CRÍTICAS de ESTRENOS: 28 AÑOS DESPUÉS
CRÍTICAS de ESTRENOS: 28 AÑOS DESPUÉS
"recupera la crudeza y la tensión de la original, ofreciendo acción y reflexión a partes iguales. Un regreso acertado y visceral al mundo de Danny Boyle"
Escrito por: Luis Varela
Título Original: 28 Years Later
Duración: 115 minutos
Dirección: Danny Boyle
Guion: Danny Boyle, Alex Garland
Reparto: Alfie Williams, Jodie Comer, Aaron Taylor-Johnson, Ralph Fiennes, Jack O'Connell, Erin Kellyman, Chi Lewis-Parry, Angus Neill, Rocco Haynes, Haley Flaherty, Kim Allan, Sandy Batchelor, Christopher Fulford, Stella Gonet, Geoffrey Newland, Edvin Ryding, Celi Crossland, Joe Blakemore, Robert Rhodes, Maura Bird, Ghazi Al Ruffai, Emma Laird
Fotografía: Anthony Dod Mantle
Música: Young Fathers
Género: Thriller de Terror
Distribuidora en Cines: Sony Pictures
Fecha de Estreno en Cines: 20 de Junio 2025
SINOPSIS
Han pasado casi tres décadas desde que el virus de la rabia se escapó de un laboratorio de armas biológicas, y ahora, todavía bajo una cuarentena impuesta sin piedad, algunos han encontrado la manera de sobrevivir entre los infectados. Uno de estos grupos de supervivientes vive en una pequeña isla conectada al continente por una única carretera fuertemente defendida. Cuando uno de los miembros del grupo abandona la isla en una misión al oscuro corazón del continente, descubre secretos, maravillas y horrores que han mutado no sólo a los infectados, sino también a otros supervivientes.
OPINIÓN
Memento Mori
Escrito por: Luis Varela
Es fácil que lo cotidiano diluya la fuerza de lo extraordinario: la muerte, cuando se convierte en un trasfondo asimilado como rutina, corre el riesgo de perder su carga emocional y simbólica, y con ella, el valor profundo de la vida más allá de la mera supervivencia. Quizá vivimos tan apresurados que apenas encontramos un instante para detenernos a pensar en nuestro finitud o en la de quienes amamos, y sin embargo esa misma inevitabilidad late en nuestras conciencias, impidiendo que la muerte sea enteramente invisible. Ese pulso existencial subyace en "28 años después", regresando al mundo devastado que Danny Boyle inauguró hace más de dos décadas. En esta ocasión, la espera se disipa con una película que retoma el aliento frenético de la original y, al mismo tiempo, ofrece instantes de hondura reflexiva.
El guion de Alex Garland despliega un equilibrio entre la urgencia de la supervivencia y la necesidad de confrontar recuerdos y pérdidas. A lo largo de dos horas, la narración alterna escenas de hostigamiento implacable por parte de los infectados con momentos en que los personajes se ven obligados a mirar hacia su pasado y a replantearse por qué seguir adelante cuando todo parece desmoronarse. Esta tensión entre huida y reflexión impregna cada secuencia: los pasillos vacíos, las calles desiertas y los paisajes urbanos en silencio evocan no solo la amenaza inminente, sino también la carga de lo que se ha perdido, tanto en el plano personal como en el colectivo. Bajo esa atmósfera, la memoria se convierte en un personaje más: la película nos recuerda que en un mundo donde la muerte acecha sin tregua, la forma en que elegimos recordar a quienes ya no están determina, en parte, nuestra voluntad de resistir.
En lo audiovisual, Boyle vuelve a apostar por la crudeza: planos que subrayan la soledad de quienes caminan entre ruinas, encuadres que capturan el vértigo de una persecución y un montaje que acelera el pulso cuando la amenaza se materializa. El diseño de sonido juega un papel esencial: silencios abruptos que desembocan en ruidos estridentes, respiraciones contenidas que anticipan el peligro o los alaridos de los infectados que parecen surgir de la nada. Aun cuando en ocasiones se recurre a licencias estilísticas - como ciertos encuadres circulares o retoques de postproducción sobre escenarios específicos - y esto pueda provocar un pequeño distanciamiento del relato, la fuerza visual y sonora global logra sumergir al espectador en un mundo donde cada brizna de esperanza se siente frágil y cada respiro puede ser el último.
Aunque la nostalgia por personajes de entregas anteriores podría tentar a mirar hacia atrás, la película evita explicitar vínculos forzados con los protagonistas del pasado. El elenco nuevo se sostiene por méritos propios: cada intérprete aporta matices que escapan a los estereotipos rígidos, mostrando dudas, miedos y destellos de solidaridad en medio del caos. Así, se confirma que la saga puede sostenerse sin depender de la familiaridad previa, pues los conflictos internos de cada personaje - la culpa, el deseo de redención, el anhelo de un refugio seguro - enriquecen la trama y refuerzan la idea de que el mayor peligro no siempre proviene de los infectados, sino de cómo respondemos ante la pérdida y la incertidumbre.
Resulta inevitable que, tras experiencias recientes de crisis sanitarias y reflexiones colectivas sobre pandemias, muchas de las imágenes de "28 años después" resuenen con ecos de la realidad vivida: calles vacías, protocolos improvisados, la sensación de que un pequeño desliz o un error de cálculo puede desencadenar un colapso. Aunque la película no hace alusiones explícitas a eventos concretos ni busca ser un espejo literal de lo ocurrido, la resonancia emocional emerge de manera natural, provocando una empatía instintiva con la fragilidad de nuestro entorno. Así, la propuesta cobra relevancia contemporánea: se convierte en un recordatorio de que la aparente normalidad puede resquebrajarse en un instante, obligándonos a cuestionar cuánto valoramos aquello que damos por sentado.
"28 años después" equilibra el entretenimiento de alto voltaje con instantes de pausa que invitan a la introspección. Las persecuciones y los enfrentamientos sangrientos cumplen su papel de mantener la adrenalina, pero no desbordan la función narrativa de explorar qué empuja a seguir luchando: ¿es la esperanza de reconstruir algo parecido a lo que se perdió? ¿o el lazo con quienes aún sobreviven? En los intersticios de la acción, se abre espacio para preguntarse si la memoria colectiva puede ser un motor de salvación o una carga insoportable; si aferrarse al pasado impide avanzar o bien ofrece una brújula para no repetir errores. Esa dualidad aporta profundidad y evita que la película sea un mero espectáculo de horror, convirtiéndola en una experiencia que sobrevive en la mente más allá de los sustos inmediatos.
En definitiva, este regreso al universo de "28 días después" reivindica la fuerza del cine postapocalíptico bien armado: recupera la urgencia y la crudeza que hicieron fascinante la primera entrega, pero añade la madurez de quienes cuentan con mayores recursos técnicos y narrativos. Aunque en ocasiones el estilo visual se sienta algo excesivo, la coherencia tonal y la solidez de las reflexiones subyacentes llevan la propuesta a buen puerto. Como espectadores, salimos del cine con el pulso acelerado y, al mismo tiempo, con la mente dispuesta a preguntarse qué deja una experiencia límite en nuestra manera de entender la vida y la muerte. Así, "28 años después" cumple con lo que promete: ofrecer una experiencia visceral y, al mismo tiempo, abrir una ventana hacia la introspección, recordándonos que, en última instancia, el verdadero horror no está solo en lo que acecha fuera, sino en cómo enfrentamos lo que acecha dentro de nosotros.
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