CRÍTICAS de CARTELERA: LOS ROSE
CRÍTICAS de CARTELERA: LOS ROSE
"una batalla interpretativa entre Cumberbatch y Colman que incomoda, fascina y te deja sin aliento"
Título Original: The Roses
Duración: 105 minutos
Dirección: Jay Roach
Guion: Tony McNamara. Novela: Warren Adler
Reparto: Benedict Cumberbatch, Olivia Colman, Andy Samberg, Kate McKinnon, Ncuti Gatwa, Sunita Mani, Zoe Chao, Hala Finley, Jamie Demetriou, Allison Janney, Belinda Bromilow, Emily Piggford, Akie Kotabe, Delaney Quinn, Wells Rappaport, Jude Coward Nicoll, Ollie Robinson, Lauren Beacham, Simon Strutt
Fotografía: Florian Hoffmeister
Música: Theodore Shapiro
Género: Comedia Negra / Comedia dramática
Distribuidora en Cines: Searchlight Pictures
Fecha de Estreno en Cines: 29 de Agosto de 2025
SINOPSIS
La vida parece fácil para la pareja perfecta que forman Ivy (Olivia Colman) y Theo (Benedict Cumberbatch): carreras de éxito, un matrimonio feliz y unos hijos estupendos. Pero detrás de la fachada de su supuesta vida ideal, se avecina una tormenta: la carrera de Theo se desploma mientras que las ambiciones de Ivy despegan, lo que desencadena una caja de Pandora de competitividad y resentimiento ocultos. Los Rose es una reinterpretación del clásico de 1989 La guerra de los Rose, basada en la novela de Warren Adler.
OPINIÓN
Ver Los Rose es como colarse en una pelea de pareja en la que sabes que no deberías estar, pero no puedes apartar la mirada. La película, con Benedict Cumberbatch y Olivia Colman al frente, es incómoda de principio a fin, y precisamente ahí está su fuerza. No busca ser amable ni complaciente: es un retrato descarnado de cómo dos personas que un día se amaron pueden convertirse en sus peores enemigos.
Cumberbatch demuestra otra vez que es un camaleón. Su personaje tiene ese punto insoportable que hace que quieras darle un bofetón, pero a la vez resulta fascinante verlo desmoronarse. Olivia Colman, en cambio, está en su salsa: tiene ese talento único para pasar de lo cómico a lo devastador en un abrir y cerrar de ojos. Cuando los juntas, el resultado es un cóctel explosivo: son reales, contradictorios, hirientes… y sí, también muy humanos en toda esa toxicidad que los rodea.
Lo que engancha de Los Rose es que no se queda en el típico drama de pareja. Es más bien una autopsia emocional hecha a cámara lenta. Te mete dentro de las ruinas de una relación y te obliga a preguntarte qué queda bajo tanto reproche y resentimiento. ¿Amor mal digerido? ¿Orgullo? ¿El miedo brutal a estar solos? Y en ese juego el espectador se convierte en juez y cómplice, con una sensación incómoda de estar mirando demasiado de cerca.
La dirección apuesta por planos largos, silencios incómodos y escenas que parecen no querer terminar. Puede resultar asfixiante, pero ese es el punto: transmitirte la opresión de una convivencia rota. No te da espacio para relajarte, y cuando por fin aparece un respiro, suele ser en forma de humor negro o de un absurdo que te saca una carcajada nerviosa. Esa mezcla de tragedia y comicidad es la que evita que la película se hunda del todo en la miseria y le da un aire retorcidamente divertido.
Algo que me gusta mucho es que no hay buenos ni malos claros. Los dos personajes se equivocan, hieren, manipulan y, aun así, muestran destellos de fragilidad que hacen imposible no sentir algo de empatía. Al final, cada espectador acaba inclinándose hacia un lado u otro según sus propias cicatrices. Y esa es la verdadera trampa de la película: que de una forma u otra, te ves reflejado en lo que ocurre, aunque no quieras reconocerlo.
Eso sí, aviso: Los Rose no es un plan ligero para una tarde cualquiera. Es una película que exige paciencia y disposición a sentirte incómodo. Pero si te gusta el cine que no te trata como un espectador pasivo, sino que te agarra y te zarandea, aquí tienes un festín. Porque sí, uno sale agotado de verla, pero también con la sensación de haber asistido a un duelo interpretativo brutal entre Cumberbatch y Colman. Y aunque la historia esté cargada de amargura, hay algo hipnótico en ver cómo se destruyen, como si en medio de tanto dolor hubiera una extraña forma de belleza.
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