REVIEW MUSICAL: "POSTALES DESDE MARTE" de MONALISA
REVIEW: Monalisa - Postales desde Marte 🚀🛸🧑🚀
Postales desde Marte de Monalisa no es solo un disco, es como un mensaje de auxilio metido en una cápsula espacial y lanzado desde el Planeta Rojo. Este trío extremeño, formado por Conchy Mendo (voz estelar), Óscar Trigoso (batería a prueba de meteoritos) y Antonio Mariscal (bajo con más gravedad que un agujero negro), ha armado un álbum que es pura ciencia pop-ficción, repleto de himnos pegajosos que harían bailar incluso a los alienígenas más sombríos de la galaxia. Con melodías que orbitan entre el pop y el rock, Postales desde Marte tiene todo lo necesario para conquistar tanto a terrícolas como a seres interplanetarios.
El álbum ha sido producido con la ayuda de ingenieros sónicos como Carlos Hernández Nombela, que ya ha trabajado con artistas que son como satélites del indie nacional (Los Planetas, Triángulo de Amor Bizarro, etc.), y los siempre fiables Santos & Fluren, que han ayudado a que la nave de Monalisa no se desvíe de su curso y se mantenga bien en la órbita del pop con tintes alternativos. Los arreglos de Ulises Messner (nombre que suena más a un piloto de Star Wars que a un productor) suman esos detalles de guitarra y teclado que convierten cada pista en un paseo por el espacio profundo. Todo esto, envuelto en una portada cósmica de Fermín Solís, un auténtico maestro del cómic que, si le dejas, te dibuja un Marte donde Buñuel se cruzaría con David Bowie.
"El Momento" es el primer mensaje que nos llega desde Marte, y vaya si llega fuerte. Es como un holograma de esos que te dice que disfrutes de cada día porque los androides rebeldes podrían tomar la Tierra en cualquier momento. La pista nos pide que vivamos el presente como si estuviéramos celebrando el último día antes de que nos abduzcan. Con un estribillo que tiene más gancho que un brazo biónico, es fácil imaginar a Conchy cantando esto mientras da volteretas en gravedad cero, con esa voz que parece diseñada para transmitir optimismo en alta fidelidad. Si hubiera un planeta donde el carpe diem fuera ley, esta sería la canción que sonaría en todos los altavoces.
Luego llega "A Pesar de los Intentos", un tema que se siente como esos episodios de ciencia ficción emocional, donde el protagonista se pregunta si la nave espacial que lo dejó varado regresará algún día. Aquí, la banda juega a ser astronautas de los sentimientos, explorando territorios íntimos mientras los sintetizadores y las guitarras construyen una atmósfera que podría ser la banda sonora de un paseo solitario por la superficie lunar. La voz de Conchy, más delicada que un cristal de cuarzo marciano, se rompe y se repara en el estribillo, como si tratara de enviar un mensaje a través de interferencias estelares.
"Bailar" es como si metieras a Monalisa en un Delorean y la mandaras a una pista de baile de los 80, donde el DJ es un robot con patillas y el neón brilla por doquier. Es un himno disco-pop que se atreve a cruzar la barrera del tiempo y el espacio, como si Giorgio Moroder hubiera tomado los controles del cohete. La letra habla de un amor imposible que se da entre los extremos de la pista de baile, pero aquí lo importante es que la música no se detiene y los pies siguen moviéndose como si la vida dependiera de ello. A estas alturas, ya estás tarareando el estribillo y te das cuenta de que, aunque nunca hayas pisado Marte, esta canción te hace sentir como si estuvieras allí, en medio de una rave intergaláctica.
Y luego tenemos "Inmortales", que es como una película de culto en forma de canción, el equivalente sonoro a Blade Runner si esta tuviera un final feliz. Es un tema de amor prohibido, con un toque de misterio y un cuarteto de viento metal que entra en escena como si fueran heraldos de una era dorada. Empieza con una guitarra acústica y la voz de Conchy en primer plano, creando un ambiente onírico, como si estuviéramos atravesando un bosque de bambú en un planeta donde los unicornios se ocultan entre las sombras. Luego, de repente, todo estalla en una épica espacial, y te encuentras flotando entre los acordes, dejando que la atmósfera te envuelva como si fuera una nebulosa cálida.
"Un Buen Plan" fue la primera señal de vida que Monalisa envió desde este nuevo disco, y vaya si puso las expectativas por las nubes (o por las lunas de Júpiter, para ser más exactos). La canción habla de esas segundas oportunidades que se escapan como arena entre los dedos, y lo hace con un tono más maduro, como si la banda hubiera aprendido que las relaciones a veces son tan impredecibles como un agujero de gusano. Los acordes y los arreglos aquí nos dan una vibra de road movie galáctica, donde los protagonistas buscan respuestas en un viaje que parece no tener fin.
Y luego está "La Mitad de Mi Yo", que suena como el tema que pondrías mientras escapas en una moto espacial de un planeta lleno de robots enfadados. El riff inicial podría partir un asteroide en dos, y la banda se lanza con todo, entregando una canción cargada de rabia, traiciones y guitarras distorsionadas. Es una de esas canciones que suenan bien alto, para gritarla con fuerza en el karaoke de algún bar interdimensional, mientras el estribillo pega tan fuerte como una tormenta de asteroides.
"La Última Cita" nos baja un poco de la nave espacial para ofrecernos un momento de introspección. Es como esos monólogos que los personajes de Doctor Who sueltan cuando están a punto de hacer algo heroico pero peligroso. La canción avanza con una intensidad creciente, como una misión espacial que se adentra en la parte más oscura del universo, para luego estallar en un final donde la melodía y la emoción se entrelazan, llevándonos a un clímax que te deja flotando en el vacío. Aquí, Monalisa nos demuestra que también sabe hacer que el silencio entre las notas hable tanto como las palabras.
"En Modo Irónico" suena como una cápsula del tiempo perdida en el espacio. Habla de esos amores adolescentes que se recuerdan con una mezcla de nostalgia y risa, como si fueran hologramas de un tiempo en el que las preocupaciones eran tan pequeñas como un transistor. Si alguna vez hiciste pellas y grabaste tu amor en una casete de 60 minutos, esta canción te hará sentir como si estuvieras rebobinando tus recuerdos en un walkman interestelar.
El álbum cierra con "Nadie Dijo", un tema que, como toda buena historia de ciencia ficción, nos recuerda que siempre podemos cambiar el curso de nuestra propia nave, sin importar lo lejos que hayamos llegado. Es el tipo de canción que te hace sentir que podrías pilotar un caza espacial y enfrentarte a toda una flota de invasores solo con la fuerza de un buen estribillo. Las guitarras y la producción juegan con diferentes planos, creando un sonido envolvente que se siente tan elástico como la malla del espacio-tiempo. Y cuando llega el estribillo, uno no puede evitar imaginar a la banda tocando frente a una audiencia de alienígenas emocionados.
Conclusión: Postales desde Marte es como una serie de episodios de una space opera emocional, con canciones que te llevan de la mano por un viaje interestelar lleno de sentimientos, melodías y explosiones sonoras. Monalisa ha encontrado su lugar en este universo musical, y nos entrega un álbum que es tan accesible como profundo, tan pegajoso como reflexivo. Es un disco que merece ser escuchado con los auriculares bien puestos, para captar cada matiz, cada mensaje cifrado entre las guitarras y los sintetizadores.
PUNTUACIÓN FINAL: ★★★★☆
Postales desde Marte es un paseo espacial que nos recuerda que, aunque sigamos buscando señales de vida en otros planetas, a veces las mejores historias vienen de nuestro propio rincón del cosmos. Monalisa nos deja con ganas de seguir explorando su universo, y aunque aún queden galaxias por descubrir, este álbum es una aventura a la que vale la pena subirse.
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