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CRÍTICAS de ESTRENOS: PERFECT DAYS

CRÍTICAS de ESTRENOS: PERFECT DAYS

"una historia en la que el pasado trata de abrirse paso y subsistir en un mundo moderno mediante la única arma que le queda, la nostalgia"

Escrito por: Javier Fernández

Título Original: Perfect Days

Duración: 124 minutos

Dirección: Wim Wenders

Guion: Takuma Takasaki, Wim Wenders

Reparto: Kôji Yakusho, Arisa Nakano, Tokio Emoto, Yumi Asou, Sayuri Ishikawa, Tomokazu Miura, Aoi Yamada, Min Tanaka

Fotografía: Franz Lustig

Género: Drama

Distribuidora en Cines: A Contracorriente Films

Fecha de Estreno en Cines: 12 de Enero 2024

SINOPSIS

Hirayama parece totalmente satisfecho con su sencilla vida de limpiador de lavabos públicos en Tokio. Fuera de su estructurada rutina diaria, disfruta de su pasión por la música y los libros. Le encantan los árboles y les hace fotos. Una serie de encuentros inesperados revelan poco a poco más de su pasado.

OPINION

Escrito por: Javier Fernández

Hallar la felicidad en lo mundano, hacer de la rutina una forma de vida, estar en paz con uno mismo y disfrutar de repetir siempre las mismas actividades son conceptos que no todo el mundo es capaz de conciliar. Si a eso le sumamos la pasión por las pequeñas cosas, el entusiasmo por el trabajo y el cuidado de los nuestros, podríamos decir que se trata, incluso, de un arte que requiere años de experiencia para ser dominado.

Todo ello aparece reflejado en esta nueva y conmovedora historia de la mano del realizador alemán Wim Wenders, quien, en esta ocasión, cuenta con un increíble Kôji Yakusho (Memorias de una geisha, 2005) en uno de los roles protagónicos más potentes de toda su filmografía y con el cual se ganará los corazones de todos los espectadores. La premisa del filme gira en torno la jornada de trabajo de Hirayama, un conserje con una vida aparentemente sencilla que recorre la ciudad de Tokio cada día en su furgoneta para limpiar los aseos junto a su compañero Takashi. Un compañero que, interpretado por un divertidísimo Tokio Emoto (Ju-On: Orígenes, 2020), consigue enamorarnos con sus diálogos y dramas personales que nos harán esbozar una sonrisa en más de una ocasión. Además, resulta realmente interesante la dicotomía que plantea Wenders a la hora de retratarlo como un joven inexperto con preocupaciones propias de su edad, en comparación con la imagen de la experiencia que representa el personaje de Hirayama.

El contraste entre ambos personajes, además de resultar en un alivio cómico bastante efectivo, parece sugerir un sutil juego paternofilial entre dos almas que comparten mucho más que un simple puesto de trabajo. La sinergia entre estos dos personajes ocupa gran parte de la película, pero no es la única interacción que suscita interés a lo largo del metraje por su valor narrativo y dramático.

Algo similar ocurre con el resto de los personajes que se cruzan en la vida de nuestro protagonista, pues, por muy vulgar que pueda parecer, cada aseo y cada zona de Tokio por la que pasa Hirayama cuenta una historia diferente que nos permite ir conociendo cada vez más su pasado. Un pasado que acabará volviendo de forma inesperada a su vida para ponerla ligeramente patas arriba y permitir que vea el mundo más allá de su rutina.

La belleza de la película no reside únicamente en sus personajes. El director opta por ofrecernos un formato clásico en cuatro tercios en el que retrata la ciudad de Tokio con encuadres seleccionados con gran maestría para ofrecernos una visión muy cercana a la vida de los personajes y que seamos capaces de saber lo que piensan sin que tengan que pronunciar una palabra. El tratamiento del color y el uso de la iluminación, como ya nos tiene acostumbrados Wenders, son el plato fuerte de una escenografía que me hacía recordar con bastante frecuencia a París, Texas (1984). La combinación de ambos elementos se hace notable a lo largo de la cinta y está muy presente en lugares clave para el protagonista, donde colores como el morado o el blanco y negro aportan una capa de simbolismo y emociones que, en ocasiones, parece invitar al espectador a embarcarse en un viaje onírico por la psique del protagonista.

A pesar de alejarse de la fórmula más clásica de Wenders, Perfect Days parece extraer ciertos elementos del formato road movie, que tan bien maneja el director, para proponer un estudio de personajes en un entorno que, si bien se aleja de los recorridos largos para centrarse en un entorno más recogido, nos acaba sorprendiendo por su trasfondo meticulosamente condensado en una narración pausada que será plato de buen gusto para los espectadores más exigentes.

No obstante, la película se aleja de tramas exageradamente complejas y se limita narrar una historia cotidiana al mismo tiempo que permite una lectura más filosófica para aquellos que estén dispuestos a leerla, todo ello al ritmo de una banda sonora que no dejará a nadie indiferente con caras tan conocidas como Patti Smith, The Rolling Stones o Lou Reed. Y voy a hacer una pequeña mención a este último nombre, pues considero que el uso de la canción Perfect Day para transmitir el agradecimiento de Hirayama con su vida es una genialidad y una de las decisiones más acertadas de la obra. La música también pretende contarnos una historia, hacernos partícipes y permitirnos comprender los conflictos que aparecen en ella. La elección musical nos guía, en forma de casetes que nuestro protagonista reproduce en su furgoneta, a través de sus sentimientos y pensamientos sin necesidad de verbalizarlos.

Es maravilloso ver cómo los pequeños relatos que componen la narración se entrelazan y nos permiten ir conociendo poco a poco a nuestro protagonista y su pasado, además de empatizar con su situación y contagiarnos de su felicidad. Porque sí, es posible encontrar la felicidad en la soledad, en la vejez y en la rutina, pero siempre es más fácil con las herramientas adecuadas. Herramientas como la lectura de clásicos de la literatura, la fotografía analógica, la visita de un viejo conocido o, incluso, un extenso repertorio de cintas de casete para escuchar en el camino.

Esto es una historia en la que el pasado trata de abrirse paso y subsistir en un mundo moderno mediante la única arma que le queda, la nostalgia. Pero no todo se basa en añorar el pasado, esta también es una historia de reencuentros, de vidas que se cruzan en algún punto, de hacer de tu día algo hermoso, algo perfecto. Por ello, aquí concluyo mi crítica, parafraseando a Lou Reed, porque es una película perfecta y me alegro de poder compartirla con vosotros.


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