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CRÍTICAS de ESTRENOS: PSYCHO-PASS PROVIDENCE

CRÍTICAS de ESTRENOS: PSYCHO-PASS PROVIDENCE

"Aunque de ritmo extraño y trama algo enredada, 'Psycho-Pass: Providence' es una declaración de amor al Estado de derecho en un tiempo en el que estamos delegando en las máquinas demasiadas cosas."

Escrito por: David Vázquez Baciero

Título original: Gekijō-Ban Psycho-Pass Providence

Año: 2023

Duración: 120 minutos

Dirección: Naoyoshi Shiotani

Guion: Makoto Fukami, Tow Ubukata, Gen Urobuchi

Música: Yûgo Kanno

Fotografía: Eiji Arai

Género: Animación - Ciencia Ficción

Distribuidora: Sony Pictures

Fecha de Estreno en Cines: 18 de Agosto 2023

SINOPSIS

Enero de 2118. La inspectora jefe del Departamento de Investigación Criminal, Akane Tsunemori, recibe un informe sobre un incidente en un navío extranjero: se ha hallado el cadáver de la profesora Milicia Stronskaya. Tras el incidente se encuentra un grupo conocido como los Peacebreakers, una organización paramilitar extranjera y una nueva amenaza exterior que tienen como objetivo los informes de la investigación de la profesora, conocidos como "los Papeles de Stronskaya".

Al reunirse con Shinya Kogami, un antiguo fugitivo del Departamento de Investigación Criminal, Akane se enfrenta a un caso que no tarda en superar sus expectativas. Los Papeles de Stronskaya podrían revelar una verdad que haría tambalearse al gobierno japonés, e incluso al Sistema Sibyl, hasta sus cimientos.

En esta historia jamás contada se revela el eslabón perdido.

OPINION

La virtud de defender una idea

Aunque de ritmo extraño y trama algo enredada, "Psycho-Pass: Providence" es una declaración de amor al Estado de derecho en un tiempo en el que estamos delegando en las máquinas demasiadas cosas.

Escrito por: David Vázquez Baciero

La ciencia ficción es entretenida hasta que resulta inquietante. Producido por Production I.G., el anime Psycho-Pass lleva años recibiendo la atención de la prensa generalista. El motivo no es otro que un valor profético nada buscado.

Ambientado dentro de 100 años, en un mundo que vive las consecuencias de una Tercera Guerra Mundial, Psycho-Pass presenta un Japón neutral, aislado y en paz gracias a Sibyl, un Gran Hermano automatizado cuya misión, en teoría, es velar por la salud mental de todos y cada uno de los ciudadanos en nombre del Ministerio de Bienestar.

La realidad, sin embargo, es que Sibyl es un frío ordenador central que divide a los japoneses entre aquellos que tienen un pasaporte de color claro y, por tanto, pueden continuar su vida con normalidad, y aquellos que, por circunstancias como una ruptura amorosa, un despido o una discusión, ven sus libertades recortadas poco a poco a medida que su pasaporte se oscurece.

El resultado es una sociedad dividida entre personas supuestamente equilibradas y potenciales psicópatas que son tratados como tal antes incluso de que hayan cometido delito alguno. En este contexto, la historia se centra en la inspectora Akane Tsunemori, una recién llegada al cuerpo de policía que tiene una extraordinaria cualidad: le ocurra lo que le ocurra y sea cual sea su estado de ánimo, su pasaporte jamás se oscurece.

A su servicio trabaja un grupo de ejecutores, delincuentes convictos sacados de la cárcel con la única misión de disparar cuando la inspectora lo ordene: a los policías, ciudadanos ejemplares, se les restringe el acceso a las armas para que su pasaporte no se oscurezca por haberse visto en el trance de tener que matar.

Con estos ingredientes sobre la mesa, resulta que Psycho-Pass lleva años de moda porque, bien pensado, no estamos tan lejos. Aunque las noticias llegan a cuentagotas y las fuentes no siempre son del todo fiables, hace años que se habla del control que ejerce sobre sus ciudadanos el régimen comunista chino, que no solo se vale de las cámaras de seguridad y sistemas de geolocalización de los smartphones para cruzar datos y tener localizados a sus ciudadanos, sino que ha cruzado líneas que nadie debería cruzar.

En 2021, Amnistía Internacional denunció la vulneración sistemática de derechos humanos cometida por parte del estado chino contra la población de etnia uigur, kazaja, kirguís, uzbeka y tayika en la región de Xinjiang. Según el testimonio de los observadores internacionales, China se estaba valiendo de tecnologías como la identificación biométrica para cruzar datos de diversos sistemas a identificar a "potenciales terroristas".

Estos, según estos relatos, eran muchas veces detenidos y mandados a campos de reeducación donde las torturas estaban a la orden del día. "Las autoridades chinas han creado un infierno distópico de sobrecogedora magnitud en Xinjiang", dijo entonces Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional.

Pero no hace falta irse tan lejos para que nos recorra el cuerpo un escalofrío. El coronavirus puso encima de la mesa ideas como el pasaporte Covid, un certificado expedido por la UE que garantizaba que el poseedor había sido vacunado contra el coronavirus y que, por tanto, podía viajar.

Sin ánimo, por supuesto, de negar que dicho pasaporte fuese necesario en mitad de una pandemia mundial, es lícito preguntarse si hay mucha distancia entre un documento así y, pongamos, un pasaporte biológico que acredite la buena salud del viajero. O, por qué no, un pasaporte psicológico que pruebe que quien toma un avión, un tren o un barco lo hace con su estado de ánimo perfectamente equilibrado.

Al fin y al cabo, ¿no sería esta una manera de evitar acoger potenciales delincuentes? ¿Hasta qué punto debe un buen ciudadano dejar a cualquier estado hurgar en su vida personal en defensa de la seguridad? ¿Dónde está el límite?

Psycho-Pass, ya se lo advertí, es inquietante.

Puede que precisamente por eso, Psycho-Pass: Providence, la película que se estrenará en España el próximo 18 de agosto, toma partido para convertirse en una encendida defensa del Estado de derecho y de las leyes como algo humano que de alguna manera debe emanar de la voluntad de todos.

Vamos, postula que hay cosas que es mejor que no queden nunca en las frías manos de las máquinas.

Dirigida por Nouoshi Shiotani, esta cuarta película de la saga Psycho-Pass arranca llevando al límite su premisa: si el sistema de control psicológico Sibyl es de verdad capaz de mantener el orden y la paz en la sociedad, ¿para qué hacen falta entonces jueces y fiscales? ¿Acaso no basta con que, por medio de sus pasaportes, el sistema distinga a buenos y malos?

En este contexto, arranca una compleja investigación policial que, finalmente, llevará a la inspectora Tsunemori, firme defensora de las leyes, a tomar una decisión que cambiará para siempre su vida y que la llevará a tratar de denunciar las grietas de Sibyl.

Aunque perfectamente acompañada por una banda sonora discreta y elegante, hay que decir que Psycho-Pass: Providence no es una película perfecta. Su trama policial está enredada de más y adolece de un exceso de personajes que cambia de bando sin mucha más motivación que el afán de los guionistas por dar a la historia otro giro de tuerca más. Además, tiene un ritmo extraño que por momentos parece avanzar a trompicones.

Sin embargo, la película tiene una virtud innegable: defiende con convicción su idea. En un momento en el que las noticias sobre los avances de la IA están a la orden del día, Psycho-Pass: Providence elige el bando de los humanos. Desde mi punto de vista, hace bien: no se están poniendo las cosas como para nadar y guardar la ropa.

Además, más allá de unos defectos no demasiado groseros, se trata de un seinen solvente que no cae en el error de explicarse demasiado a sí mismo y que proporciona los suficientes elementos culturales y filosóficos (un consejo para curiosos: búsquese qué es el trastorno de Sybil) como para presentar unas cuantas capas de profundidad. No sienta las bases del género como hizo Akira ni es tan poderosa y atrayente como Ghost in the shell, pero tiene un poco de ambas y, sobre todo, da una vez más la razón a quienes defendemos que el anime puede ser cosa de adultos. Larga vida, por tanto, a Psycho-Pass, y que su idea no rebase jamás los confines de la ficción.


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